Alguna vez me incorporé
en mundos de bichos
raros.
Cómodamente
eran refugio de intenciones incomprendidas,
confusas
que derivan
en el contagio bichar
cual enfermedad conspirativa, propia de este
siglo.
Momento
pasado,
digno de
haber fotografiado.
Tan ausente
fue la señal
que ni
rastro material queda de ello.
Hoy se
reparte en algunos lugares,
dando
señales difusas
hacia todas
las direcciones
im
posibles.
Lo recuerdo
con un silencio represivo,
que es
imposible olvidar
por exceso
de ausencia
y exceso
de deseo
de
presencia.
Fue un
pasar,
obligada a
ser pasajera
en ese afán
ridículo
de querer
tomar el control del tren.