La pasividad urbana
demanda una emoción
violenta.
un actuar
continuo
y planificado.
Rechaza,
en cierta
forma,
la
improvisación sin verbo,
el desorden
en su belleza
caótica.
Más bien,
al orden,
maquillado de
caos,
se le receta
estrés,
para evitar
el cataclismo.
El tiempo
y su
incuestionada espera,
es
la cataplasma
del pueblo
sumiso.
Este tipo
de orden
cuadrado,
exige
seguir la
línea.
Rutina
disfrazada
de lógica
cotidiana.
Enfermedad
disfrazada
de un normado
sentido común.
Mirada
vuelta vista
llena de miedo
y examinación
demandan,
de manera
preliminar,
improvisación
desorden,
cuestionamiento
y observación
requiere
el sentir
empoderado
de la
subversión,
el sentir
consistente
de los cuerpos.