20.4.07

Ruidos (ya antiguos)

Ruido, mucho ruido penetrable para las orejas, con la mirada ida, la boca torcida y tu mano (esa pequeña mano) sosteniendo tu cabeza cansada y pesada con la nada misma (vacío intelectual). Niños gritando, otro hablando probablemente del cahuín diario, digno de comentar para integrarse a la conversación del momento, gente rodeándote, preguntando que respondiste en la 6, profesores suplicando silencio (sin resultado alguno), sonidos guturales, sonidos musicales, sonidos de celular, de peo y chancho. Escena a la que te obligaban a vivir todos los días de tu detestable estadía en el establecimiento educacional. ¿Qué más se le podía pedir?, si la solución al fin y al cabo es propia y no colectiva. Así pasaste gran parte de tu vida, de tu rutina diaria a la que te obligaste seguir, tu mente no podía soportar la misma mierda putrefacta y maloliente todos los días. En tu casa no estaba la solución, en el colegio menos… ese era el punto, la solución no estaba en ningún lugar, porque simplemente no la había. Te veía como a un pequeño hombrecillo claro con sombrero oscuro, en un lugar multicolor con flores incoloras y nubes vertiginosas hacia un futuro incierto, te veía como un pequeño hombrecillo que sufre y que se sucumbe ante si mismo, ya que no puede invitar a la flor azul a tomar café en una mesa de cristal negro, pero aquel hombre no tiene destino, pero pareciera como si lo tuviera.

¿Yo? Humo de cigarro golpeándome la cara, olores distintos (uno para cada ocasión), a hierba recién prendida, a tabaco recién quemado, a mate recién cebado, a café recién servido. En una situación al borde de la decadencia; gente flotando, otros simplemente volando, y otros (yo), asqueada e impotente de salir. Una vez más, embrujada por el hechizo de la masa me quedo aquí, mirando el vacío, pensando en el vacío, estando en el vacío y hablando del mismo.
Nuestras mentes nunca se cruzaron, solo las escenas, la triste situación, la tortura que a ambos nos desgarraba indirectamente, tal como si a un animal le enterraran una aguja envenenada por el lomo, todo fríamente calculado para que el dolor actúe como alarma de muerte, para que el pobre animal sepa que dentro de unos segundos, ese dolor se ira y terminará para siempre… Tortura como la que sufría en el establecimiento educacional, con aquellos ruidos desgarradores que ingresaban astutamente a cada átomo de tu cuerpo, por más ínfimo que fuera, eso te dolía igual que la aguja del animal. Encontrábamos (en eso coincidíamos), excesivamente horrorosa nuestras vidas.

Sonidos que se iniciaban por la mente y
Terminaban ahí mismo, recorriendo
Todo lo que estuviera a su paso.
Mounstrosidades musicales…

¿Llegaste?, te dejas caer con asco y repudio, sobre ese sillón de felpa roja, que mami y papi te compraron hace un mes. Nada sirve para consolarte de tu decepción existencial…

¿Llegué? Nunca lo hago, siempre me quedaré recibiendo los humos y olores del ambiente, mi espíritu sometido llega a tal, que mi mente es incapaz de aflorar y marcharse, algo dentro de mi que se llama yo misma, no me permite hacerlo. Pareciera que estuviera consiente de aquello, solamente pareciera.
Mi propia mirada inquisidora me ofusca para no encontrarme, para no saberme y para no verme.

Las flores marchitas del jardín
Lograron hollar la tierra.

Tu cuerpo escuálido y tu mirada insípida, te solicitan tranquilidad, soledad, y más soledad. Sabes que lo único que le puedes ofrecer es descanso absoluto. Nunca, y te lo repito, nunca podrás concebir un minuto de tu vida que te agrade totalmente. Por suerte hiciste lo que debías hacer, era lo más practico de todas formas…

¿Ahora?, te tiraste en tu cama, desagradablemente seca y caliente (justo ese puto día), pensaste en tomarte un baño…

Yo por mientras, continuaba mi estadía en aquella decadencia de día, con más de 45° sobre mis ojos, los que no soportaron más y poco a poco se cerraron. Nunca supe si lo hice despierta o no, pero al poco de dormirme, sentí que mis labios se posaban otros , recuerdo que tenían un extraño sabor, ( una mezcla de dulce de castaña con golondrinas a la francesa), y que poco a poco, un molusco bañado en saliva abrió mi boca hasta encontrarse con otro igual, ambas especies se juntaron. Todo se mezclaba de la manera más absurda y exquisita a la vez, sentí que me acariciaba la cabeza y al mismo tiempo que me besaba, todo con una coordinación increíble. Sonó el teléfono y todo se desplomó.




Te levantaste con extrema lentitud, caminando paso a paso, para llegar a aquel cuarto de relajación, únicamente individual llamado baño. Con la misma velocidad abriste la llave de agua caliente y pusiste el tapón.

Poco a poco se desvaneció mi sensación de aturdimiento, hasta poder estar consiente de la realidad.


De la misma manera esperaste que ese líquido acuso llegara al tope de la tina. Te desnudaste y te sumergiste, te sumergiste, te sumergiste…

La llamada me indicó que algo había sucedido, lo sabía antes de que sonara el teléfono, así que corrí, como nunca lo había hecho, corrí …Solo por instinto llegué a tu casa, y con la delicadeza de un bogonio, logré abrir tu puerta, tu casa era liviana como una burbuja, con paredes aparentemente suaves y techo aparentemente alto. Con los ojos cristalizados abrí la puerta de tu baño, que reconocí por el aroma a frutilla madura, y entré; todo estaba cubierto por un vapor frío, levemente oscuro que ocultaba aquel lugar, donde te encontrabas, a tientas busqué la bañera, y ahí estabas, flotando en el agua ya helada de color azulino profundo y muerto. Grité y lloré junto a ti, no sabía que debía ni podía hacer, por lo que repetí tu situación, y me desnudé dejando la ropa en orden creciente en el suelo, luego, olvidando preámbulo alguno, me dejé caer en aquella agua, pura de cualquier molestia externa y reproche de conciencia, hasta sumergirme a tal profundidad como a la que tu llegaste, para poder comunicarte mi alegría, pero no alcancé, el ahogo fue más rápido que mi descendencia.